Muchas veces los seres humanos tomamos como verdad absoluta las cosas que dependen de nuestro punto de vista, sin tener presente que existen otros puntos de vista tan valederos como los nuestros, y que nuestra visión puede corresponder sólo a aspectos parciales de la realidad.
Si varias personas toman diferentes aspectos parciales de una misma realidad, parecen estar hablando de diferentes realidades. Y eso puede originar conflictos. Pero en realidad, los conflictos provienen casi siempre de la necedad y de la petulancia propias de los hombres, que consideran su punto de vista como el único posible, cierto e inapelable.
Si en lugar de cerrarnos a la opinión de los demás tuviéramos una actitud más abierta y respetuosa, descubriríamos que las realidades tienen diferentes aspectos, y el conocerlos, nos haría tener una visión mucho más completa de la verdad.
Abramos nuestra mente, nuestro corazón y nuestro espíritu ante los demás.
Descubramos lo que los otros tienen de valioso para enseñarnos.
Abandonemos la actitud ególatra y de autosuficiencia que nos lleva a creer que nuestra realidad es la única verdad. Aceptemos la realidad de nuestros semejantes como a la propia nuestra.
Porque si a la flor de nuestra realidad la regamos con las gotas de lluvia de la realidad de quienes nos rodean, lograremos ver florecer un jardín hermoso y único donde crecerá la flor más preciada... la verdad... una verdad más completa que la que sólo se gesta en nuestra individualidad.
Si varias personas toman diferentes aspectos parciales de una misma realidad, parecen estar hablando de diferentes realidades. Y eso puede originar conflictos. Pero en realidad, los conflictos provienen casi siempre de la necedad y de la petulancia propias de los hombres, que consideran su punto de vista como el único posible, cierto e inapelable.
Si en lugar de cerrarnos a la opinión de los demás tuviéramos una actitud más abierta y respetuosa, descubriríamos que las realidades tienen diferentes aspectos, y el conocerlos, nos haría tener una visión mucho más completa de la verdad.
Abramos nuestra mente, nuestro corazón y nuestro espíritu ante los demás.
Descubramos lo que los otros tienen de valioso para enseñarnos.
Abandonemos la actitud ególatra y de autosuficiencia que nos lleva a creer que nuestra realidad es la única verdad. Aceptemos la realidad de nuestros semejantes como a la propia nuestra.
Porque si a la flor de nuestra realidad la regamos con las gotas de lluvia de la realidad de quienes nos rodean, lograremos ver florecer un jardín hermoso y único donde crecerá la flor más preciada... la verdad... una verdad más completa que la que sólo se gesta en nuestra individualidad.
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